En torno a 1929, Pancho Lasso, Alberto Sánchez y Benjamín Palencia, junto a otros artistas, comienzan a dar paseos por los secos campos de las afueras de Madrid en busca de elementos naturales, paisajísticos y de raigambre popular que pudieran servir de inspiración para crear un arte nuevo y puro.
Surge así la Escuela de Vallecas, cuyos integrantes desarrollaron un estilo definido como surrealismo telúrico o popular, caracterizado por la fusión de un lenguaje moderno con el arraigo a la tierra. El arte prehistórico español resulta igual de inspirador, al ser interpretado como un arte libre, puro y con un fuerte carácter vernáculo.
Lasso, que desde niño admiraba la plasticidad del paisaje árido y desnudo, crea obras de gran originalidad, consideradas entre las mejores del movimiento vallecano. Son piezas de pequeño formato, de formas orgánicas, depuradas y estilizadas, que en ocasiones parecen rozar la abstracción.
Una de sus mejores obras es el Monumento a la Internacional (1933-34). Realizada en lenguaje plenamente vallecano, constituye un homenaje a los trabajadores del mundo, y una llamada a la unión y la lucha contra la opresión y la barbarie.
Nacional, y en el egipcio, que se estaba dando a conocer por esos años.