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Sala Pancho Lasso 

Sobre la sala

 

Pancho Lasso fue un artista fiel a sus ideas, aquellas que le llevaron a comprometerse con el arte puro, definido por él como “el que mueve e incita a mayores e indefinidas aventuras plásticas y artísticas, poniendo en movimiento lo más sensible, análisis del sentir y saber, el recuerdo subjetivo del concepto belleza”, y también a la relación arte-vida, y escribe: “el ser libre es ser justo con toda clase de personas y el ser Justo en los artistas es hacer arte que haga cultos a los hombres hacia el arte, ya que el arte es Idioma de todos los idiomas, el que se comprende con el lenguaje universal de los hechos y de las cosas, con el lenguaje del corazón”.

Cuando en 1988 el Cabildo adquirió un gran grupo de obras del escultor Pancho Lasso aún no había un objetivo concreto de exposición o ubicación de las mismas ya que lo que se pretendía era ampliar y completar aquellos trabajos iniciales que Pancho Lasso había entregado a la institución como contraprestación a la beca concedida por el Cabildo para estudios en Madrid, que lo constituían las obras “Muchacha de pie” y “Vieja sentada”, fechadas en 1927 y 1928, respectivamente y realizadas en madera.

Con la apertura de la Sala Lasso el MIAC quiere hacer su modesta aportación a la difusión de la obra de este artista fundamental de las vanguardias madrileñas, integrante y fundador de la “Escuela de Vallecas”, presente en momentos decisivos de la creación del denominado “Arte Nuevo”, así como contribuir a un mejor conocimiento de su trayectoria artística y humana.

Vieja sentada.

1. Infancia y juventud (1904-1926)

Nace en Arrecife en 1904, en el seno de una humilde familia de zapateros. Pese a que la isla entonces era muy pobre y no contaba con tradición cultural alguna, Pancho Lasso muestra unas inquietudes artísticas que le llevan a matricularse en la Escuela de Artes y Oficios, creada 5 años antes.

Tras la muerte de su padre en 1920, comienza a trabajar como peluquero para contribuir a la economía familiar. Dos años después, su hermana María se casa con Aquiles Heitz, un experimentado fotógrafo francés que anima a Lasso a convertirse en escultor y que refuerza su innata admiración hacia el singular paisaje de Lanzarote.

En 1925 es nombrado Profesor interino de la Escuela de Artes y Oficios de Arrecife, y un año después recibe una beca del Cabildo para estudiar en la Academia de San Fernando de Madrid, convirtiéndose en el primer artista pensionado de la isla. Las obras de este periodo son de corte academicista y denotan unas destacadas dotes artísticas.

Pancho Lasso con busto autorretrato.

2. En el Madrid de los Ibéricos (1926-1929)

Llega a Madrid en 1926, un momento de gran efervescencia cultural. Un año antes se había celebrado la I Exposición de Artistas Ibéricos, en la que Dalí, Barradas, Alberto Sánchez o Palencia, entre otros, habían firmado un manifiesto reivindicando la necesidad de promocionar el arte moderno.

Para intentar digerir este agitado ambiente cultural, Lasso acude al célebre Café de Oriente, donde conoce a Alberto Sánchez, un escultor toledano con el que comparte unos orígenes humildes y unos ideales marxistas. Entre ellos surge una estrecha amistad y una relación de maestro-alumno.

Asimila rápidamente los estilos en boga y su obra evoluciona hacia el neocubismo. Realiza entonces esculturas de perfiles angulosos, muy inspiradas en el arte ibérico que observa en el Museo Arqueológico Nacional, y en el egipcio, que se estaba dando a conocer por esos años.

Pancho Lasso y Alberto Sanchez

3. La aventura vallecana (1929-1939)

En torno a 1929, Pancho Lasso, Alberto Sánchez y Benjamín Palencia, junto a otros artistas, comienzan a dar paseos por los secos campos de las afueras de Madrid en busca de elementos naturales, paisajísticos y de raigambre popular que pudieran servir de inspiración para crear un arte nuevo y puro.

Surge así la Escuela de Vallecas, cuyos integrantes desarrollaron un estilo definido como surrealismo telúrico o popular, caracterizado por la fusión de un lenguaje moderno con el arraigo a la tierra. El arte prehistórico español resulta igual de inspirador, al ser interpretado como un arte libre, puro y con un fuerte carácter vernáculo.

Lasso, que desde niño admiraba la plasticidad del paisaje árido y desnudo, crea obras de gran originalidad, consideradas entre las mejores del movimiento vallecano. Son piezas de pequeño formato, de formas orgánicas, depuradas y estilizadas, que en ocasiones parecen rozar la abstracción.

Una de sus mejores obras es el Monumento a la Internacional (1933-34). Realizada en lenguaje plenamente vallecano, constituye un homenaje a los trabajadores del mundo, y una llamada a la unión y la lucha contra la opresión y la barbarie.

Nacional, y en el egipcio, que se estaba dando a conocer por esos años.

Piedra de Vallecas, Pancho Lasso.

4. Lanzarote 1939-1946: Punto de inflexión

Al estallar la Guerra Civil, toma partido por el bando republicano, participando en distintas iniciativas político-sociales. Huyendo de los horrores de la guerra, en 1939 regresa a Lanzarote junto a su mujer Clara Berki, y 2 años más tarde nace su única hija, Rosalía.

Al mismo tiempo que acomete el encargo de monumentos funerarios, comienza a investigar con los materiales de la isla en clave surrealista. En 1940 entabla amistad con el joven César Manrique, con el que comparte sus conocimientos sobre el arte moderno y, más importante aún, Lasso le transmite su profunda admiración hacia las cualidades estéticas del paisaje de Lanzarote y su patrimonio cultural, aspectos que serán claves en la posterior obra de Manrique.

Truncado el sueño republicano de promover la cultura y la educación, Lasso comienza a cuestionarse la utilidad del arte moderno, por considerarlo excesivamente intelectual. Su obra dará entonces un giro definitivo hacia el lenguaje realista, en su opinión más fácilmente entendible por el pueblo, para el que siempre trabajó.

Monumento funerario obra de Pancho Lasso en el cementerio de San Bartolomé.

5. Madrid 1946-1973: Oscuridad y renacimiento

En 1946, regresa a Madrid con la esperanza de poder recuperar su carrera. Sin embargo, el franquismo condena las vanguardias, y Lasso es encarcelado durante un mes por un suceso político ocurrido en Arrecife. Todo ello lo sume en una profunda tristeza y su arte se ve seriamente afectado. Para sobrevivir, trabaja como ayudante de escultores de imágenes oficiales y religiosas.

No será hasta la década de 1960 cuando Lasso experimente un resurgir artístico gracias a la medalla, un género conmemorativo que en esos años adquiere un notable desarrollo en Europa. Inspiradas en los paisajes y las gentes de Lanzarote, las medallas de Lasso muestran un dominio exquisito de la técnica. Expone por diversos países con gran éxito de crítica.

De manera paralela, comienza también su dedicación a la pintura. Los protagonistas de sus cuadros son, sobre todo, anónimos trabajadores isleños de rostros tristes y cansados, que evidencian la lucha por la supervivencia en un medio hostil.

En 1973, Pancho Lasso fallece en Madrid. Quizá su carácter humilde, unido a las circunstancias históricas adversas que le tocó vivir, hicieron que su figura pasara durante muchos años desapercibida para la historiografía.

Medalla de pescadores realizada por Pancho Lasso

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